fbpx

Cómo una vida más sencilla y minimalista, nos puede hacer más felices

Durante años se ha creído que cuánto más teníamos, más acumulábamos a nivel material y de experiencias, más trabajábamos y más productivos éramos, más éxito y felicidad había en nuestra vida. Hay quién todavía piensa de ese modo. Quién todavía no ha hecho un cambio de conciencia para ir hacia una postura más relajada, menos exigente y más respetuosa pero… confío en que quizá estos tiempos de cuarentena, nos hayan llevado a todos a reflexionar un poquito más en lo verdaderamente importante en la vida, a mirar más hacia dentro, a escucharnos más y a bajar un poquito el ritmo. 

Creo que la abundancia viene de otros lugares. Sentirnos felices, conectados, realizados… viene de dentro. No de cuánto tengamos a nivel material a nuestro alrededor o cuántos viajes hemos hecho y tenemos en la lista de países visitados. La vida no va de check lists, de ticks, de esto lo he hecho, esto también…, de llenarnos la boca narrando listados eternos de logros, de acumulaciones materiales y de otro tipo de “teneres”.

Vivir de ese modo es estar en el afuera, en lo externo, en los demás y eso, sin darnos cuenta nos desconecta de nosotros mismos. Nos quita presencia y nos lleva a una vida que vivimos de puntillas, por encima, en lo superficial. Vivir sin vivir realmente.

Buscamos fuera cuando lo primero en lo que deberíamos fijarnos es en el “dentro”. Dejar de pedirnos, exigirnos y estresarnos y decidir volver a lo simple, a lo esencial. El menos realmente es más. 

El silencio y la quietud nos da paz, nos permite ver, conocer, saber e identificar.

El exceso nos agobia, nos satura, nos colapsa. Dejemos espacio, espacio para ser, para ver, para descubrir o redescubrir, para respirar.

Ese estado del “hacer” y de estrés, altera nuestro sistema nervioso y endocrino, genera ansiedad, altera los ritmos de sueño, produce problemas digestivos y trastornos en general. Buscamos constantemente cosas que nos vayan a hacer sentir mejor pero eso nos separa de nosotros y de lo mejor que verdaderamente está ya intrínseco en cada uno.

Calma, bajemos el ritmo. Seamos conscientes, sincronicemos con el adentro, hagamos menos y escuchemos más.

Necesitamos tiempo offline. El “fast” ya no tiene sentido. Eso no nos nutre verdaderamente. Necesitamos tiempo para detenernos y estar en calma. Para vivir las cosas realmente, para pensar, para darnos cuenta… para disfrutar y sentir el placer de tomarse el tiempo de estar con uno mismo y con lo esencial, sin excesos. Tiempo para nutrirnos, dejando los emails, las redes, la inmediatez…

Busquemos espacios de silencio y a solas, de reflexión, observación… Momentos para pensar, respirar y tomar decisiones propias. No seguir por inercia. Escucharnos llegando a lo profundo. 

Estamos estimulados las 24 horas del día y eso, no nos deja tiempo para estar con nosotros, para elegir, para ver cómo queremos estar, vivir, sentir, para conversar con quienes elegimos tener en nuestra vida.

Sencillo, saludable, centrado, equilibrado, bienestar. Son distintas palabras pero todas nos llevan a lo mismo. A estar bien y es que, lo más simple, es lo más gratificante. Solo hay que empezar a verlo de verdad.

Llegué a un punto en que no sabía bien ni quién era: había viajado a muchos países; había leído miles de libros; tenía una agenda con muchísimos contactos y me había enamorado de más mujeres de las que podía recordar. Como muchos de mis contemporáneos, estaba convencido de que cuantas más experiencias tuviera y cuanto más intensas y fulgurantes fueran, más pronto y mejor llegaría a ser una persona en plenitud.

Pero la cantidad de experiencias y su intensidad sirve solo para aturdirnos.

No creo que el hombre esté hecho para la cantidad, sino para la calidad.

(…)

Solemos preferir las olas, nos dan la impresión de vida.

Pero hoy sé que conviene limitarse a vivir: dejar que la vida se exprese tal cual es y no llenarla de artificios” 

Biografía del Silencio – Pablo d’Ors