Casi siempre he sido el centro de atención o al menos, la mayoría de las veces. En una familia grande como la mía, la atención salta en la mesa de plato en plato y de grito en grito de manera que el centro de atención, cambia constantemente. Pero en otros círculos, siempre quien más hablaba y hacía reír, y por lo general quien dirigía y orquestaba la conversación.
Sucede que en algún momento de mi vida aprendí que ser el centro de atención es malo. No sé si alguien me lo enseñó o simplemente fue algo que yo deduje al sufrir alguna experiencia desagradable.
Seguramente en el colegio pasé por algún momento incómodo. Vamos, quien no tuvo al menos uno de ellos, sino varios. Creo que el más vergonzoso para mí, fue cuando estaba en primer grado y tras varios intentos de pedirle a la profesora que me dejara ir al baño, me hice pis encima al abrir la puerta de la clase al salir. Me quedé inmóvil, y fue uno de mis primeros “trágame tierra” momentos.
Sin embargo, fue en la universidad donde la idea de que ser el centro de atención era malo, se afianzó finalmente en mí. Mi experiencia universitaria tuvo de todo y entre todo eso, recuerdo el sentirme como un extraño en clase por ser quien constantemente opinaba, refutaba o simplemente reía.
«Tuve un compañero que no fue muy amable conmigo, de una manera pasiva, siempre encontraba la forma de hacerme sentir rechazado. Su perfil, era totalmente opuesto al mío, es decir, un bajo perfil y sin embargo, todos querían estar en su grupo de trabajo. Fue así que creo que con animo de ser aceptado, esta idea se arraigó en mí y con el tiempo empecé a acallar mis impulsos expresivos. Al menos los que podía».
Me parecía claro, si no llamas la atención, no te rechazarán.
Quienes me conocen personalmente, posiblemente se sorprendan porque generalmente, suelo ser alegre y muy extrovertido, pero en verdad, mi necesidad de aceptación se vio fuertemente afectada y pasó a ser una parte fundamental de mi vida social.
Lo cierto es que en los últimos dos años de mi vida, decidí trabajar en aquellas creencias que estaban arraigadas en mí y ver si realmente eran así como yo siempre había creído. También es cierto, que me resultaba agotador, estar pendiente de quién me aceptaba y quién no y en este último caso, intentar cambiarlo. En ese trabajo, me di cuenta de algo fundamental, algo que no estaba viendo, y fue que las personas que realmente eran importantes para mí seguían a mi lado, y lo que es mejor, alimentaban y celebraban mi persona, tal cual era.
Es ego, posiblemente. Digo, esta necesidad de centrar la atención. Pero por otro lado, gran parte de mi personalidad es así, y si bien puedo trabajar algunos aspectos de ella, este aspecto en particular, que a mi entender, no daña a nadie, y suele traer risas y alegrías, no creo necesaria cambiarla.
Así fue que me propuse volver a mí, ser honesto conmigo mismo y aceptarme, con mi increíble poder de centrar la atención.
No fue, ni es fácil. Hoy en día, mi clase de teatro, es la que más se asemeja a aquella experiencia universitaria y aún el día de hoy, puedo notar cuando me auto apago por miedo a ser rechazado.
Creanme, que me odio cuando hago esto.
No es el mantra más bonito del mundo, pero lo que me repito constantemente, es:
«Sí les molesta, problema de ellos. No te preocupes, que no te quedarás solo».
Además, tienes en tus pasos, el entusiasmo de un de un bebe elefante y el corazón repleto de amor, confianza y anhelo. Sigue creyendo en ti y esparce cuánta alegría y bondad puedas por el mundo. Y sobre todo, se tú mismo. Respeta, disfruta y quiérete.
Tenemos una sola vida para ser nosotros, no nos disfracemos de alguien más a no ser que la fiesta sea de disfraces.
Espero que os haya gustado. Muchas gracias por leerme.
Este articulo, me ha resultado difícil, pero ya me siento más ligero.
Escribidme en Instagram en @picobehr y contadme que os ha parecido.
“Death with Dignity” – Carrie & Lowell
Mamá, sé que posiblemente estes del otro lado algo angustiada. Tranquila, esto fue hace mucho tiempo, estoy bien y tengo maravillosos recuerdos de mis tiempos en la universidad.
Sobretodo, de las infinitas multas por aparcar donde me daba la gana, jajaja.
Hablamos en estos días.
Te quiero.